Lo que vemos y lo que no vemos.

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LO QUE VEMOS es que la tierra se encuentra en reposo absoluto.

En los tiempos de la teoría de la relatividad de Albert EINSTEIN se optó por hacer un FRAUDE A LA CIENCIA, sin reconocer todavía que la tierra está en reposo…, 480 años después de la muerte de Copérnico (1473-1543).

En realidad, LO QUE VEMOS es que todos los experimentos realizados desde 1870 para determinar el movimiento de la tierra por Airy, Michelson-Morley, Sagnac, Michelson-Gale, Miller, … han dado como resultado que la tierra se encuentra en reposo absoluto.

LA TIERRA NO ESTÁ ROTANDO

1 de junio del 2015

En los tiempos de la teoría de la relatividad de Albert Einstein se optó por (LO QUE NO VEMOS) hacer un fraude a la Ciencia, tomando como postulados ciertos “per se” una serie de conjeturas, cuyo objetivo último era dar prioridad a una teoría matemática en la que podía ajustarse ciertos parámetros para que los resultados coincidieran oportunamente con los observacionales, sin reconocer nunca que la tierra está en reposo.

En definitiva, así se podía seguir considerando a la tierra moviéndose sin haber probado tal cosa por ningún experimento físico.

Nunca antes se había cometido en la Ciencia un fraude de tal magnitud, es lo que llaman el “Principio de Copérnico que se podría enunciar así: LO QUE NO VEMOS…

“La tierra no es un lugar central en nada, y bajo ninguna circunstancia lo será jamás”.

Asumir como un hecho innegable que la tierra se mueve tanto como cualquier otro objeto del cielo, sin haberlo probado nunca, equivale a construir una cosmología sobre fundamentos falsos, además de ser una falacia circular

“Es un hecho que la tierra se mueve, por lo tanto, es imposible que la tierra se encuentre estática, sean los que sean los resultados de los experimentos”.

Vivimos en un mundo en el que se observa girar por el día al sol, y por la noche a las estrellas y luna, por el contrario, nosotros no tenemos ninguna sensación de viajar en un planeta móvil y rotante, no sufrimos mareo, la atmósfera está siempre como adherida a la superficie terrestre y no se queda atrás, o la superficie de un líquido contenido en un recipiente no está combada por la rotación de este.

A un nivel superior de observación, tenemos el éter, que es la base sobre la que se transmite la radiación lumínica. En la teoría del electro-magnetismo de Maxwell, por ejemplo, en la que el éter juega un papel fundamental, resulta que aparece una fuerza electromotriz cuando un conductor se mueve por las inmediaciones de un imán en reposo, y otra distinta si es el imán el que se mueve por las inmediaciones del conductor en reposo, según los experimentos ya realizados por Faraday en 1830.

Esto, que ya dejó estupefacto a Einstein, nos indica que hay una forma muy simple de distinguir entre movimientos relativos: los efectos que el movimiento, en cada caso específico, produce sobre la luz que se transmite por el éter. Siguiendo esta línea llegamos a la conclusión que el geocentrismo no es una teoría cosmológica más, sino la teoría que tiene todas sus hipótesis y argumentos basados simplemente en lo que se observa, en lo que lógicamente hay sin tener que asumir un constructo complementario.

Cualquier otra teoría cosmológica necesita imaginar o asumir otro constructo “a posteriori” sin tener un soporte observacional o experimental en el que apoyarse. Así, el heliocentrismo recurre al constructo “lo que nosotros observamos es una ilusión, lo real es lo que no observamos”. Sin darse cuenta que hay un principio de lógica pura que nos permite reconocer algo como una ilusión cuando tenemos una justificación extremadamente sólida para ello, de lo contrario nosotros mismos podríamos ser una ilusión y nuestra sombra, la realidad, o disparates por el estilo.

Es por esta razón que se equivocan los que defienden el paradigma heliocéntrico al exigirnos a nosotros una prueba de que la tierra está en reposo y el sol girando a su alrededor, son ellos los que tienen que comenzar aportando pruebas muy sólidas de lo contrario, algo que lamentablemente no han hecho todavía,

 

480 años después de la muerte de Copérnico (1473-1543).

Fuente:

Lo que vemos y lo que no vemos

SUGERENCIA ALEATORIA

Usando el bicarbonato para el cáncer.

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Estimado Dr. Sircus, Mi nombre es Annmarie y me gustaría darle las gracias por su investigación y por ponerla a disposición de nosotros. Mis hijos han podido disfrutar de un verano con su abuelo de 74 años, que había sido diagnosticado con 4ª etapa de cáncer de riñón en noviembre pasado, y damos gloria a Dios por ayudarnos a encontrar su libro, Sodium Bicarbonate, que creemos que ayudó a salvar su vida.